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El texto de Cecilia Ousset, una ginecóloga católica a favor de la legalización del aborto que se volvió viral.

El texto de una ginecóloga católica a favor de la legalización del aborto que se volvió viral
La médica, de Tucumán, publicó el texto en su muro de Facebook.
https://www.lacapitalmdp.com/el-texto-de-una-ginecologa-catolica-a-favor-de-la-legalizacion-del-aborto-que-se-volvio-viral/

Una médica ginecóloga de San Miguel de Tucumán publicó el miércoles pasado en su muro de Facebook un texto en el que argumenta porqué, a pesar de ser católica practicante, tiene una posición favorable a la despenalización del aborto.

A continuación, el texto completo que en menos de 48 horas fue compartido más de 51.000 veces.

NO SOY NEUTRAL

Mi nombre es Cecilia Ousset. Soy católica, médica, especialista en tocoginecología, madre de cuatros hijos. Trabajo actualmente en el sistema de salud privado, aunque me formé y trabajé en el Sistema Público en la Ciudad de Mendoza.

Nunca estuve y tal vez no estaré de acuerdo con el aborto en sí; es por esa razón que nunca me hice un aborto y tampoco se lo hice a nadie; a pesar de conocer la técnica perfectamente y ser muy buena (perdón por no ser modesta), en la realización de legrados.

Muchísimas veces tuve que hacer legrados en el Hospital para ''terminar'' abortos clandestinos. Mi récord personal son dieciocho legrados en una guardia. Vi morir mujeres (a veces madres de varios chicos), que pasaron lamentablemente sus últimos minutos lúcidas conmigo y una policía preguntándole ''quién le había realizado el aborto, porque era un delito''. Sinceramente, nunca jamás escuché a alguna decir el nombre del que o la que había cobrado por sus inexpertos servicios.

Recuerdo esas guardias donde armábamos las partes fetales en la mesita quirúrgica para asegurarnos de que no le quede nada adentro a la madre. Siempre la parte más difícil de sacar del útero era la cabeza, porque al ser redonda, rodaba cada vez que la quería ''atrapar'' con la pinza. Estas mujeres se enteraban tarde del embarazo e intentaban el aborto con más de doce semanas de gestación. Muchas veces esas chicas estaban en mal estado clínico y con el útero o el intestino destrozado.

Esas mujeres que ingresaban mintiendo que ''habían levantado un fuentón con la ropa de los chicos'' y habían empezado a sangrar, eran para mí y mis compañeros de guardia, el inicio de una jornada violenta, y la suma de esas jornadas deben haber herido mi alma profundamente: abortos con perejil, con agujas de tejer, con permanganato de potasio, con oxaprost en cantidades insuficientes. Todos servicios pagados en la medida de las paupérrimas posibilidades al inexperto o inexperta del barrio.

La mayoría eran mujeres jóvenes, pobres, algunas con otros hijos; que llevaron el dolor, la fiebre, el olor a podrido y el secreto del nombre del ''abortero'' hasta la tumba.

Estoy segura de que es la primera vez que me expreso sobre todo esto. Creo que algunas veces lloré en la intimidad de mi casa y en los brazos de mi esposo. Pero no por el dolor de esas chicas, sino por la impresión que me había dejado el hecho de haber terminado esos ''trabajos'' con la mayor objetividad y pericia posible.

Esas chicas fueron objeto. En todo momento fueron deshumanizadas y juzgadas. Como lo que habían hecho era ilegal, eran repudiadas desde que entraban al hospital hasta que se iban (muertas o vivas con una causa judicial). ¡Estoy tan arrepentida de no haberlas comprendido, de no haberlas amado, de no haberlas acompañado amorosamente en un momento tan terrible!. Estoy tan arrepentida de haber tenido mi cerebro y mi alma tan limitada decidiendo quién tenía más o menos moral y quién merecía más o menos mi respeto!. Estoy tan arrepentida que siento que las palabras para expresarme todavía no se inventaron.

Después comencé mi práctica privada. Y ahí empecé a ver la otra cara de la moneda. Las chicas que me pedían un aborto ''porque mi mamá me va a matar'', ''porque quiero terminar mis estudios'', ''porque se borró mi novio'', ''porque me van a correr del trabajo y mi marido

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