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el ajuste sin fin: la economía no crece, el empleo se esfuma, la inflación no cede, los déficit se multiplican.

Derecha ''moderna'' y con dientes
https://www.pagina12.com.ar/26519-derecha-moderna-y-con-dientes
La separación entre economía y política es un hecho ideológico. La economía es ''economía política''. No se puede hacer política económica sin introducir el principal sustrato de la política a secas: el poder. Toda política económica que no incorpore el poder relativo de los actores está condenada al fracaso. Lo meramente instrumental, la presunta técnica aséptica que aportaría la teoría pura, está subordinada al poder para aplicarla y a la lógica de la conducta de empresarios y trabajadores. La técnica no conduce el proceso social, es al revés. Todo esto, dicho sin negar la existencia de restricciones económicas, que existen pero no son las que el gobierno y la teoría vulgar creen.

Mauricio Macri es un ingeniero graduado en una universidad privada de escaso reconocimiento, lo cual ya es una definición en sí misma sobre su formación intelectual. Sus conocimientos de teoría económica, según surge de múltiples declaraciones, rondan la nulidad. Su legendaria ''explicación'' sobre la imposibilidad de reactivar el consumo es una buena síntesis de sus saberes en la materia. Por ello no llama la atención, si se dan por ciertos los comentarios de los periodistas que lo frecuentan, que el líder de la Alianza PRO se encuentre sorprendido por la demora en la llegada de la recuperación económica, ese objeto del deseo tan esquivo e impuntual.

Parece que la inflación no era tan fácil de bajar ni los capitales productivos tan simples de seducir. El hijo de Franco creyó que podía manejar la economía de un país como si fuese la de un club de fútbol o peor, como si fuese la de una pro
El mejor equipo de los últimos 50 años, mayoritariamente CEOs con nula experiencia en el manejo de la cosa pública, más un puñado de viejos radicales y unos pocos PRO puros fogueados en la CABA, impulsarían, ahora de manera eficiente y transparente, la obra pública. Luego de la recuperación del segundo semestre, 2017 sería el año del despegue.

En paralelo, politólogos de toda laya explicaban el nuevo fenómeno; había nacido la ''derecha moderna'', esa que había aprendido de sus errores y que se había reinventado para regresar más sensible a los problemas sociales, casi casi socialdemócrata, y con una nueva manera de hacer política, despolitizada, sin abrumar con la ideología, con rostros sonrientes y mensajes evangélicos, con un marketing impecable y un discurso unificado, con ese desagradable tufillo de las ONG financiadas desde Estados Unidos y la UE. Sin dudas, al populismo le había llegado su última hora, estaba frito y en su ocaso.

Pero algo salió mal. El plan se aplicó al pie de la letra, pero los resultados están lejos de lo previsto. La economía no crece, el empleo se esfuma, la inflación no cede, los déficit se multiplican. Lo único que crece es el endeudamiento público. Los papeles se queman. Mauricio no entiende. Siempre según quienes lo frecuentan, dicen que está colérico y malhumorado. Los ajustados ya no muestran ni el encantamiento, ni la credulidad, ni la paciencia de 2016, el año de esperando a Godot. Dijeron basta y la derecha que se decía moderna mostró inmediatamente los dientes, que ya no son de sonrisas cálidas. No sólo mantiene presos políticos de acuerdo a los estándares de los organismos internacionales de derechos humanos, sino que amedrenta a los docentes en lucha con la policía, ofrece incentivos monetarios ilegales a los rompe huelgas y ejerce la persecución política e ideológica contra los dirigentes sindicales que se le enfrentan. La principal fuerza opositora, el kirchnerismo, a la que hasta ayer nomás se la consideraba muerta y enterrada, pasó a ser la responsable no sólo de una presunta desestabilización, sino que estaría detrás de todo lo que sale mal, desde la ONU a los reclamos para que la inflación no licúe salarios. Parece demasiado poco tiempo para que la modernidad se haya vuelto tan vieja. La única renovación pa

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